TAMARAN - TAMERAN

No existe unanimidad entre los historiadores sobre el origen del nombre de la isla o el de su calificativo. Está muy arraigada popularmente la teoría de que su nombre aborigen fuese Tamerán, Tamarán o Tamarant, traducido a veces como tierra de las palmas o más frecuentemente como país de valientes. Sin embargo, el origen prehispánico de dicho topónimo ha sido puesto en cuestión, ya que el nombre Tamarán aparece por primera vez en el siglo XIX, no constatándose su presencia en ninguna fuente clásica ni de la época de la Conquista, especulándose con la posibilidad de que Canaria sea la versión latinizada del verdadero nombre aborigen de la isla o de la etnia que la habitaba. Por otra parte, estudios filológicos recientes sugieren que el nombre Tamerán puede tener cierta autenticidad histórica

sábado, 6 de mayo de 2017

LAS CLARISAS Y LOS HUEVOS



Santa Clara de Asís, fundadora de las hermanas Clarisas, murió hace 760 años. La tradición de llevar huevos para que no llueva el día de la boda sigue vigente. Algunos conventos tienen superávit de claras y yemas....


«Paz y bien», dice la monjita. Así es el saludo de las hermanas Clarisas. Lo inventó su fundadora, Santa Clara de Asís, una mujer que luchaba por un mundo mejor y que llegó a repartir la herencia de sus padres entre los pobres.  
Clara de Asís encontró su ídolo a los dieciséis años: San Francisco de Asís, el que se quitó las ropas en medio de una plaza pública y con ellas vistió a los harapientos. La joven quedó tan impactada, que decidió seguir sus pasos y así terminaría fundando la orden de las hermanas Clarisas. Fue la primera mujer en crear una orden religiosa para mujeres. Hasta el momento, todas habían sido fundadas por y para hombres.
Así era Santa Clara, una mujer que a los quince años se negó a casarse con el noble que sus padres habían preparado para ella, y se atrevió a decirle que su cuerpo era solo para Dios.
Murió un domingo como el de ayer, un 11 de agosto. Tenía 59 años y estaba enferma. De ella, la gente empezó a decir: «Clara de nombre, clara en la vida y clarísima en la muerte». Por eso se asoció su nombre al del cielo claro y a las claras de huevo.



Clarisas por todas partes
Burgos puede presumir de conventos de Clarisas. Hay uno en la capital: en la calle Santa Clara. Otro en Vivar del Cid (a 8 km de Burgos), en Castil de Lences (a 40 km), en Belorado (43 km), Castrojeriz (46 km), Medina de Pomar ( 85 km) y otro en San Martín de Don (93 km).
Antes había dos más, que se cerraron: el de Lerma y el de Nofuentes.
Todos están bien surtidos de huevos. Algunos han tenido tanta afluencia que se han visto obligados a dar los huevos a lugares benéficos.
Una de las Clarisas de Belorado explica la tradición: «Lo normal son 13 huevos, la docena del fraile. Se llama así, no me digas por qué- se echa a reír con picardía-. Mucha gente trae los huevos y también nos deja algo de dinero.  Lo hacen para bodas y primeras comuniones, y nosotras les rezamos para que todo vaya bien y haga buen tiempo».
La mejor amiga de la novia es la encargada de llevar los huevos. Y si no, es la pareja quien se presenta en el convento. «Suelen venir mujeres mayores- cuenta la anciana monjita- y también las jóvenes, cada vez más. Hombres de momento no, esos no suelen venir».

60 huevos en el maletero
Una pareja de novios viajó en coche desde Derio (Vizcaya) hasta Belorado, para llevar huevos a las Clarisas. Llamaron a la puerta del convento y las hermanas salieron a recibirles. Se quedaron con la boca abierta cuando el novio abrió el maletero y descubrió 60 huevos perfectamente apilados. Los habían transportado con máximo cuidado por la carretera.
«Nos quedamos perplejas - confiesa la hermana, que no quiere revelar su nombre-. Yo es que no me lo podía creer». Las monjas no sabían qué hacer con todos esos huevos. En Belorado solo se dedican al chocolate y no tienen repostería.
«Al final sí que usamos aquellos huevos- recuerda la hermana- Poco a poco fuimos consumiendo ese cargamento de 60». Ellas rezan, con todo su empeño y devoción. Piden para que los novios no se separen y sean felices en su matrimonio. Muchos aseguran que sus oraciones surten efecto. Aquí tienen una prueba: a la pareja de los 60 huevos les salió el sol el día de la boda. Menos mal.

Los huevos no son para pasteles

Los que trae la gente los consumen las propias monjas. Con ellos no se puede hacer repostería. «Los pasteles que vendemos a la gente no pueden llevar huevos así- cuenta una joven Clarisa del convento de Vivar del Cid- Los ingredientes de la pastelería tienen que estar registrados. La harina, el azúcar y los huevos deben llevar la fecha de caducidad para poder comercializarse.
«Los huevos que nos trae la gente, no se sabe de dónde han salido- prosigue la hermana- Igual tienen gallina, igual están ya pasados... No podemos usarlos para pastas. Los consumimos nosotras».
En Vivar del Cid hay costumbre de llevar huevos a finales de agosto. Es una época en la que llueve mucho y los jóvenes se acercan al convento a dejar las docenas. «Se hace todos los años en Quintanilla de Vivar del Cid, que es el pueblo de aquí al lado- añade la joven Clarisa-. Y siempre nos los traen los jóvenes. Mantenemos esa tradición».

EN LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
 El convento de las Clarisas se convierte en la actual Alameda de Colón, y el Teatro Cairasco es donde se sitúa hoy el Gabinete Literario

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