TAMARAN - TAMERAN

No existe unanimidad entre los historiadores sobre el origen del nombre de la isla o el de su calificativo. Está muy arraigada popularmente la teoría de que su nombre aborigen fuese Tamerán, Tamarán o Tamarant, traducido a veces como tierra de las palmas o más frecuentemente como país de valientes. Sin embargo, el origen prehispánico de dicho topónimo ha sido puesto en cuestión, ya que el nombre Tamarán aparece por primera vez en el siglo XIX, no constatándose su presencia en ninguna fuente clásica ni de la época de la Conquista, especulándose con la posibilidad de que Canaria sea la versión latinizada del verdadero nombre aborigen de la isla o de la etnia que la habitaba. Por otra parte, estudios filológicos recientes sugieren que el nombre Tamerán puede tener cierta autenticidad histórica

MUJERES CANARIAS


MUJERES CANARIAS
 
 

MARGARONA - EXALCALDESA DE LA GRACIOSA
HOMENAJE

POR FIN UNA CALLE PARA MARGARONA









































MUJERES CANARIAS - LA PALMA 










Cuando hablamos de cultura canaria la asociamos de manera general  en todas las islas con los guanches. En el caso de La Palma, se ha creado un retrato de las mujeres aborígenes con unos perfiles psicológicos, morales y físicos determinados. En este sentido, autores como Torriani o Abreu Galindo en las fuentes documentales del pasado prehispánico de Canarias, describen a las mujeres “auaritas”
como autenticas heroínas en los combates que se libraron en la
conquista de la isla: “Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas delante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas” (Torriani (1590) 1978:225). Las investigaciones realizadas al respecto, han servido para describir a las mujeres de esta isla como fieras a la hora de combatir o de animar y ayudar a los hombres en el combate. De esta manera, los cronistas e historiadores hablan de “las amazonas” de la isla de La Palma y bajo este estereotipo de fortaleza y valentía se ha construido un discurso sobre las mujeres palmeras que las coloca en el núcleo de la identidad isleña. Desde este momento, toda la ideología sobre las mujeres de La Palma estará, en mayor o en menor medida, simbolizada por este papel protagonista en el mundo aborigen favoreciendo, por un lado, que este elemento identitario se convierta en una expresión de la sociedad palmera y, por otro, la cristalización ideológica de un pasado aborigen.







La ideología de la maternidad y su simbolización en La Palma aparece
fuertemente implicada en un sistema de relaciones sociales, no sólo
en el ámbito del grupo doméstico, la parentela o la vecindad, sino
también en otros dominios como las actividades económicas o la religiosidad popular. En este sentido, el carácter agrario tradicional de la economía de la isla, es un factor importante para la asociación de la tierra con la maternidad como sinónimo de procreación y fecundidad. Esta idea se refuerza cuando accedemos al sistema de riego o huerta, y encontramos que se denomina madre a la “primera labor de la platanera”, al “plantón de tomates comprendido entre dos surcos”, al “surco secundario que parte del macho o surco principal”, o al “tramo de huerta comprendida entre dos madres”.

Más allá de expresar la realidad biológica de la procreación, su reelaboración a través de fenómenos naturales de orden no humano y su reiteración comunicativa expresa una forma de
endoculturar a las mujeres y de socializar a los hijos, comunicándoles un sistema de valores, donde la maternidad parece la relación dominante al interior del grupo familiar o doméstico.

Las mujeres en La Palma han emigrado, básicamente a Cuba y Venezuela, con sus maridos y familia, solas o reclamada por aquellos bajo la permisividad de las leyes de reagrupamiento familiar. Pero son las mujeres que se quedan en la isla, las que se convierten en las auténticas mantenedora de los hijos e hijas y son las que transmiten la cultura palmera. La emigración
suponía una salida rápida a las dificultades económicas acumuladas en épocas de crisis. De esta manera, la emigración de hombres y mujeres constituyó un factor de desarrollo sobre todo para la sociedad de acogida. Pero fueron las mujeres palmeras que no emigraron las auténticas protagonistas del mantenimiento de sus familias, las depositarias de los saberes tradicionales, las que conocían las prácticas curativas, las que endoculturaban a los hijos e hijas, y las que mantenían las tradiciones dentro de la isla. Ellas libraban cada día la batalla de la supervivencia organizando redes de mujeres (madrinas, comadres, matronas, curanderas) que funcionan como mecanismos de auto-ayuda. El esfuerzo de estas mujeres que
se quedaron en demasiadas ocasiones esperando por las remesas que prometían sus maridos, les otorgó el reconocimiento de mujeres audaces y fuertes. Esta permanencia en la isla le garantizó a las mujeres palmeras tomar decisiones que, hasta ese momento eran atribuidas al “cabeza de familia”: mandar a estudiar a los hijos/as, obtener alguna relación sexual satisfactoria, negarse a casar a su descendencia con alguna boda previamente pactada, y la autosuficiencia económica aunque no hubiera muchos recursos que gestionar. Pequeños triunfos que consiguieron estas mujeres, que todavía no se ha estudiado lo suficiente, pero que han creado las
condiciones necesarias para construir un estereotipo de la mujer
palmera identificador, a pesar de que el deterioro de su condición de vida, sobre todo en las zonas rurales, implicaba la disminución de sus recursos económicos, el aumento de enfermedades y en no pocos casos también un deterioro de su prestigio social.

No obstante, esta fuerte dependencia materna y aparente
protagonismo de la mujer en la conciencia de clase y valores relativos al linaje, se intenta minimizar por parte de los hombres al quedar relegadas de las funciones económicas, políticas y religiosas importantes. Un ejemplo, desde el punto de vista cultural, es la invención de la institución del “zorrocloco”, que constituye un rasgo cultural común entre las sociedades matrilineales donde la descendencia o filiación se traza por línea de las mujeres.
Esta costumbre consiste en que el esposo también era sometido al período de margen en los días cercanos y siguientes al parto. Se acostaba al lado de su mujer o en un cuarto contiguo, recibiendo el mismo tratamiento que ésta en los que se refiere a la comida y a los cuidados.


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MUJERES Y VIDA COTIDIANA EN CANARIAS EN EL ANTIGUO RÉGIMEN

Lavandera de Tenerife
Sin embargo, la historiografía insular todavía cuenta con enorme lagunas sobre el pasado de sus mujeres, aspecto que se agudiza cuanto más nos alejamos en el tiempo. Son escasos los estudios que nos hablan de la participación de las mujeres en el proceso de conquista o el papel jugado por las féminas en la conformación del modelo de sociedad que se impone en los Tiempos Modernos.
Mujer con chistera
No obstante, podemos intuir que la vida de las mujeres canarias durante la edad moderna transcurría según los modelos de género asignados por la cultura dominante, unos roles que se fueron conformando históricamente que preparaban a las mujeres para lo que se entendía debía ser su oficio y dedicación primordial, esto es, madres y esposas, guardianas de los hogares, ya lo defendía Fray Luis de León en su manual La Perfecta Casada, “...¿No diximos más arriba que el fin para el que ordenó Dios a la mujer, y se la dio por compañía al marido, fue para que le guardase la casa, y para lo que él ganase en los oficios y contrataciones de fuera, traydo a casa lo tuviese en guarda su mujer y fuese como su llave?...”. El libro de Fray Luis es el paradigma del estereotipo de género divulgado en el siglo XVI, de ahí que constituyera un regalo imprescindible en el ajuar de todas las casadera hasta bien entrado el siglo XIX.
A pesar de los esfuerzos realizados por la sociedad de los tiempos modernos por establecer un arquetipo femenino, el modelo propuesto chocaba directamente con el entorno social y económico en el que tenía que desarrollarse. Mientras moralistas y legisladores afirmaban la incapacidad natural de las mujeres para desarrollar otras labores que no fueran las estrictamente domésticas en el interior de sus hogares, por otro lado, en el sistema de producción de las sociedades preindustriales no se podía establecer una separación tajante entre las actividades domésticas reproductivas (preparación de la comida, conservación de los alimentos, trabajo en el taller o el campo, crianza de los hijos) de las estrictamente consideradas productivas. En una economía familiar basada en la aportación de la fuerza de trabajo de todos sus miembros el papel jugado por las mujeres se nos antoja crucial para el mantenimiento económico de la familia.
Sin descripción
Por lo tanto cuando nos proponemos analizar a las mujeres en tiempos pasados debemos tener en cuenta que la construcción de un modelo no implica la aceptación total del mismo, el estudio de las normas legales pone de manifiesto los matices existentes entre los vivido y lo estatuido, contrastes que indudablemente se daban en la sociedad canaria de los tiempos modernos.
Las mujeres, por tanto, debieron moverse en el estrecho margen que establecían las leyes, la moralidad y la necesidad de supervivencia.
Las condiciones económicas de la mayor parte de la población no les permitía establecer una división definitiva entre los espacios públicos y los privados, con lo cual tenemos un sinfín de mujeres deambulando por las calles de las ciudades acudiendo a cubrir las necesidades de sus hogares: acarreo de leña y agua, abastecimiento de las despensas, lavado de las ropas del hogar, actividades que muchas complementaban con el desempeño de algún trabajo remunerado.
El mercado laboral femenino era bastante restringido, son escasas las oportunidades que se les presentaban, la mayor parte de los oficios, considerados aptos para ellas, podemos considerarlos una prolongación de las actividades domésticas desempeñadas por las mujeres.
En el mundo rural las mujeres campesinas trabajaban codo con codo con los hombres de la familia en las tareas agrícolas, son pocas las actividades destinadas específicamente a la mano de obra femenina, aunque alguna podemos encontrar señalada en las ordenanzas municipales como es el caso de las espigadoras.
Sin lugar a dudas, es en el medio urbano donde el abanico de ocupaciones estrictamente femeninas es más extenso. Ellas serán las encargadas de algunos oficios de aguja como las hilanderas, el servicio doméstico en casa de otras mujeres o el lavado de las ropas de uso en las orillas de los barranco. Las ordenanzas isleñas se encargaban de establecer normas para guardar la integridad moral de las lavanderas, así se recoge en las regulaciones municipales de la isla de Tenerife en el siglo XVI “...ordenamos que ningún hombre asista en las partes donde estuvieren las mujeres lavando, y se cumpla so pena de 300 mrs y 6 días de cárcel”.
Mujer tinerfeña
Todavía hoy se conservan topónimos que hace referencia a esta ocupación o incluso las infraestructuras que se dispusieron en los núcleos urbanos de la época.
Pero quizás el oficio por excelencia desempeñado por las mujeres en las ciudades fue el abastecimiento de los productos de primera necesidad, las vendedoras al por menor poblaron las calles de las ciudades canarias más importantes del Antiguo Régimen. Conocidas con el nombre de vendederas, las mujeres controlaron el comercio al menudeo estableciendo y regentando tiendas en las que se les permitía dispensar los productos básicos del sustento familiar. Los Concejos de las islas eran los encargados de regular y vigilar los citados negocios como nos ilustra los documentos emitidos por el Cabildo tinerfeño a mediados del siglo XVII donde consta que a una vecina del lugar de Tejina “…se le da licencia para tener mantenimientos y venderlos en su tienda como son pan, vino, aceite y otras cosas en tal manera que en todas las cosas que se le diere a vender dará buena cuenta a sus dueños y dará y satisfará lo que se le diera a vender y llanamente y además de ello dará y pujará donativo de sumas al Cabildo de esta isla…”.
El perfil habitual de las vendederas canarias correspondía a la figura de la intermediaria, ellas se encargaban de comprar los productos en su origen y distribuirlos posteriormente en tiendas, mercados o calles. Se encargaban de aprovisionar los mercados locales de productos de primera necesidad: verduras, huevos, quesos, sal, pescado, carne, leña, miel, vinagre, legumbres, etc. Un universo esencialmente femenino conformaba este tipo de comercio, ellas eran las productoras, las intermediarias y finalmente las destinatarias de estos elementos que componían el sustento familiar.
Podemos hablar de verdadero monopolio femenino en las ventas al por menor si nos atenemos a las cifras que nos ofrece la documentación del Antiguo Régimen, el porcentaje de tiendas regentadas por mujeres en Tenerife en el año 1646 asciende al 98% de las existentes, indudablemente nos hallamos ante una profesión altamente feminizada.
El ocio es un concepto que se ha incorporado recientemente a la vida de las mujeres, en los tiempos modernos tabernas y mesones fueron espacios de sociabilidad masculina en los que las autoridades permitían dispensar vinos y comidas, siempre y cuando guardaran unas normas de conducta acordes con los valores morales de la sociedad del momento, especial hincapié hacen las ordenanzas en mantener la tranquilidad matrimonial imperturbable y se dictan recomendaciones de este tipo: “Primeramente que los mesoneros y personas que tuvieren casa de trato, tabernas e ventas e regatones, sean casados en la tierra, porque desta manera usaran mejor de sus oficios...”.
La asistencia de mujeres a las mismas, bien como consumidoras o como asistentas de los propietarios, llevaba a situaciones confusas con respecto al trato entre los sexos, de ahí que las normas sean tajantes en este particular, “...Yten que no tengan en sus casas los dichos mesoneros y taberneros mujeres que ganen, porque desto nacen muchas cuestiones, e aí otros inconvenientes so pena de 600 mrs.”.
Los lugares de ocio estarán reservados al esparcimiento de los varones, las mujeres que se atreven a compartir estas estancias no son consideradas decentes, entran dentro de la categoría de las “mujeres públicas” y para ellas ya existen unos espacios habilitados por el propio concejo municipal para el ejercicio de su profesión: las casas de Mancebía, sistema de burdeles generalizado durante el Antiguo Régimen que fueron decayendo progresivamente en el siglo XVI para conocer su decreto de extinción en el reinado de Felipe IV, este hecho no significa que desapareciera el ejercicio de esta actividad, el cambio operado fue el traslado del escenario normativo del burdel oficial al ejercicio libre en otros lugares de las ciudades.
Para las “mujeres honestas” la relación con el exterior se hace a través de las ventanas, en el caso de Canarias cubiertas de celosías para ver y no ser vistas o en el transcurso de las actividades cotidianas: el mercado, la fuente, la iglesia, en palabras de fray Luis “...vida a donde anda el ánimo y el coraçon dividido y como enagenado de sí, aduciendo agora a los hijos, agora al marido, agora a la familia y hazienda...”. La preocupación por los otros es lo que debe presidir la existencia femenina.
Como podemos observar la vida de las mujeres canarias durante el Antiguo Régimen estuvo marcada por los estereotipos de género difundidos por la cultura dominante, estereotipos que fueron suavizados para incorporar a las mujeres al ámbito de la producción, lo cual va a permitir a las féminas aumentar su capacidad para eludir las normas impuestas.
Mª Eugenia Monzón Perdomo es Profesora Titular de Historia Moderna de la ULL
 
 

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LAS VIUDAS BLANCAS
 
 
 
La otra cara de la emigración canaria a Venezuela
 
La historia oficial ha relatado las hazañas de estas personas, pero dejando siempre de lado a las mujeres y familias que se quedaron en el lugar de origen, esperando señales de vida de sus maridos, hermanos y tíos que, por desgracia, tardaban en llegar. Algunas de ellas esperaron más de lo que nunca habían pensado. Una espera que marcó sus vidas, teniendo que sacar fuerzas para salir adelante y hacer frente a las dificultades en un contexto moral, social y político que relega a las mujeres a un papel secundario en la historia.
 
Víctimas del olvido y de la desesperación, supieron esperar pacientes, algunas durante más de cuatro décadas, el regreso de sus maridos, que marcharon de una Canarias pobre y hambrienta con la esperanza de buscar un horizonte mejor para ellos y sus familias.
 
 
 
 
 
VIDEO " VIUDAS BLANCAS "

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